ESCRIBE MARIANO HAMILTON

El Súperclasico cumple 109 años: cómo fue el primer Boca-River

109 años es un número arbitrario. No es 105 o 110. Muchos menos 100, 125 o 150. ¿Por qué esta nota entonces? Porque era domingo al mediodía y acababa de ver Leeds 3-Chelsea 0 y porque estaba empezando Newcastle-Manchester City y, de pronto, me agarró cierta nostalgia por esos domingos de hace medio siglo en donde sintonizaba Canal 7 (no era ni la TV Pública, ni ATC, sólo Canal 7, a secas) y descubría qué partido iban a televisar en diferido a la noche. Eran tiempos en donde sólo se transmitía un partido los viernes, con relatos de Oscar Gañete Blasco, y otro en la noche del domingo, pero grabado.

Fuente: Noticias Argentinas
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La trampa que teníamos los niños para descubrir cuál sería el televisado nocturno era poner Canal 7 a las 13:30 para ver qué partido de reserva era el que pasaban. Y ahí teníamos la confirmación de lo que iba a ocurrir a la noche ya que no había múltiples cámaras en todas las canchas. A lo sumo, en el resto de los partidos, iban las cámaras de película de 16 milímetros para grabar algunas acciones y los goles, algo que recién podíamos disfrutar al día siguiente en el noticiero de Canal 13 que conducía Horacio Galloso al mediodía.

Eran tiempos también en donde mirar Canal 13 no significaba nada más que sintonizar un canal y no apoyar a una súper empresa que siempre anda conspirando para derrumbar a un gobierno popular para abrirle la puerta a otro neoliberal que nos mande al descenso sin escalas previas.

Por eso me dieron ganas de escribir de River y de Boca o de Boca y de River. Porque son los equipos más grandes de la Argentina y porque simbolizan lo que significa el fútbol argentino, en épocas en donde la magia de la Champions League, de la Premier, de la Ligue 1, de La Liga o de la Bundesliga parecen opacar a los torneos domésticos por la calidad del juego pero jamás por lo que representan para nosotros. Porque por mejor que muevan la pelota esos equipos formados por estrellas formidables, en definitiva nos vamos a conmover con algo que pase aquí cerca, a la vuelta de la esquina. Porque eso es lo que construye sentido. Lo otro es hermoso, no hay discusión, pero al mismo tiempo es lejano. Nos podemos conmover con las películas de Marvel, pero en definitiva sabemos que los superhéroes no existen, que los supervillanos tampoco y que la vida real está en otra parte. Entendemos que los verdaderos superhéroes son los que se levantan todos los días para llevar el mango a la casa y los que luchan en las calles por sus derechos; y que los supervillanos están pintados de amarillo y tiran globos.

Pero volvamos a lo nuestro: Boca y River. River y Boca. El 24 de agosto de 1913 jugaron su primer clásico oficial. Hace 109 años. Y fue en la cancha de Racing por el torneo amateur de primera. ¿El resultado? River le ganó a Boca 2-1 con goles de Cándido García –a los 23 minutos del primer tiempo– y Ameal Pereyra –a los 2 del complemento–. Para Boca, descontó Marcos Meyer –a los 25 del segundo tiempo–. El partido, bien a la argentina, terminó con incidentes: los jugadores se agarraron a trompadas dentro del campo y la gente se trenzó a piñas a la salida de la cancha, por las calles de Barracas al Sur, en donde estaba ubicado el viejo estadio de Racing. La policía debió intervenir porque la quema de banderas puso en peligro algunas casas de la zona, que en su mayoría eran de madera.

Dicen los historiadores futboleros que Boca y River ya habían jugado dos partidos antes, pero sin confirmación oficial. En 1908 había ganado Boca también 2-1 y en 1912 habían igualado 1-1.

El partido dejó algunas curiosidades: River jugó con su camiseta tricolor, a bandas verticales rojas, negras y blancas y Boca con camiseta azul sin la banda amarilla cruzándole el pecho. O que el juez del partido designado era un tal Bergalli pero el tipo no se presentó y entonces fue reemplazado por Patricio Mc Carthy, quien pitó el comienzo del partido con 45 minutos de atraso (a las 15.15) que fue el tiempo que se tardó en conseguir otro árbitro.

Boca jugó gran parte del segundo tiempo con un hombre menos, ya que Juan Garibaldi se fue lesionado a los 2 minutos del segundo tiempo (no existían los cambios) y River, a los 29 minutos de la etapa final, sufrió la expulsión de Ameal Pereyra.

River formó con Carlos Ísola; Arturo Chiappe y Pedro Calneggia; Heriberto Simmons, Cándido García y Atilio Peruzzi; Luis Galeano, Antonio Ameal Pereyra, Alberto Penney, Fernando Roldán y Roberto Fraga Patrao. Boca fue con Juan Virtú Bidone; Juan Garibaldi y Horacio Lamelas; Miguel Valentini, Marcelino Vergara y Miguel Elena; Pedro Calomino, Ángel Romano, Marcos Mayer, Donato Abbatángelo y Francisco Taggino.

En la previa, el diario “La Argentina” decía: “Importante encuentro por el campeonato de primera liga de la Asociación: River Plate vs. Boca Juniors” y, en los primeros párrafos, reflejaba la importancia del partido: “Los dos poderosos elencos de La Boca se encontrarán por primera vez en esta temporada, y quizá por primera vez también de su vida deportiva como instituciones ya definitivamente consolidadas. El match despierta un interés tal en ese mundo activísimo, que no es exagerado afirmar concurran a él un número de espectadores como posiblemente no hemos presenciado jamás en encuentros de nuestros campeonatos”. Nótese un detalle: habla de los dos clubes de La Boca, ya que River y Boca todavía compartían el barrio. La cancha de River estaba a tres cuadras de la de Boca de esos años y a ocho de la actual. La de River ocupaba las manzanas delimitadas por Aristóbulo del Valle, Pedro de Mendoza, Gaboto y Pinzón. La de Boca estaba en Blanes, Ministro Brin, Gaboto y Benito Pérez Galdós. Recién una década después, en 1923, River abandonaría definitivamente La Boca para instalarse primero en Recoleta y luego en Núñez.

Otro diario que habló del partido fue la tribuna de doctrina, «La Nación», que destacaba la importancia del choque “por contar ambos cuadros con elementos de cierta valía en sus filas, por sus posiciones casi iguales en el campeonato, y, más que todo, por el conocido antagonismo que media entre ambos clubes”.

Desde que empecé a escribir esta nota hasta ahora, que la estoy terminando, vi de ojito como el Manchester City le ganaba 1-0 al Newcastle, como el Newcastle lo daba vuelta para ponerse 3-1 y luego la remontada de los jugadores de Pep Guardiola para igualar 3-3. Finalmente el partido terminó 3-3 pero pudo haber más goles. Fue un partidazo. Sin dudas. De lo mejor que uno le puede pedir a un espectáculo deportivo. Pero mantengo las palabras del comienzo: es una excelencia que resulta ajena. No hay nada como un River-Boca, Independiente-Racing, Huracán-San Lorenzo o Newell’s-Central, por citar sólo cuatro clásicos locales. Y lo decimos sin chauvinismo. Sin exhalar un patriotismo estúpido. Lo defendemos por pertenencia, por historia y porque los recuerdos conforman sentido y es imposible implantarlos. Y porque la vigencia del fútbol se trata de eso: de encontrarle sentido a algo que, si uno se detiene a pensarlo seriamente, no significa absolutamente nada. Porque como alguna vez dijo Jorge Valdano, el fútbol es lo más importante de lo menos importante.

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