Homenaje en Hurlingham

Una estatua para Alejandro “Bocha” Sokol

La imponente escultura la donó un vecino. Mide dos metros y pesa una tonelada y media. Fue instalada en la estación ferroviaria de Hurlingham el día que el «Bocha» hubiese cumplido 63 años. Más de 300 personas de todas las edades se reunieron para el homenaje, que culminó con la actuación de uno de sus hijos.

Fuente: Página 12

“Lo que amo siempre es imborrable”, dice una frase (letra de El Cazador) al pie de la estatua de dos metros de altura con la imagen de Alejandro Sokol y su guitarra que fue instalada en la estación ferroviaria de Hurlingham este lunes, el día que hubiese cumplido 63 años.

Todos los años los fans de Sokol se reúnen en la estación de Hurlingham para recordarlo en el día de su cumpleaños. Está vez, con la instalación de la imponente escultura, el ritual tuvo un fuerte condimento extra. Más de 300 personas se acercaron al homenaje, entre familiares del músico, amigos y fans, desde nenes con remeras de Sumo o Las Pelotas hasta gente de blancas cabelleras, que recordaban -emocionados- anécdotas de la vida y la trayectoria artística del Bocha.

El punto alto del encuentro fue cuando el intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, y el vecino y donante de la estatua, Marcelo Fiori Quercetti, descubrieron la estatua. Caía el sol y un tren carguero pasaba tocando bocina.

Ya con la escultura descubierta, surgió un cántico que duró varios minutos: “Se lo dedicamos al Bocha que lo mira desde el cielo”.

Quercetti, muy emocionando, mientras la gente entonaba canciones de Sumo, le cuenta a Página/12 que lo entusiasma “pensar en las historias que se van a producir alrededor de la estatua, tengo expectativas de que sea un lugar de encuentro y que la gente pueda venir a recordarlo. Tenemos mucho que aprender y descubrir todavía sobre su historia. Alejandro fue el artista más importante de Hurlingham: se merecía un lugar como éste”.

Fiori Quercetti era chico cuando Sokol ya se había convertido en un músico famoso, pero en ese tiempo empezó su admiración por el músico. «Viví a la vuelta de la casa de Alejandro. Mi abuelo Pepe, que tenía un kiosko, se había hecho fanático de Alejandro y eso que no tenía nada que ver con el rock. Me decía contento que lo había visto en la tele, que miraba los recitales. Estaba muy orgulloso de Alejandro, el vecino de a la vuelta, ese a quien le había regalado la maquinita y la espuma de afeitar el mismo día de su casamiento. Esas historias son Alejandro para nosotros. Las historias de un buen tipo».

No podía faltar la música en un cumpleaños de Sokol. El primero en presentarse fue un cantante de hip hop, Bonsai, que interpretó dos temas alusivos a los músicos de Hurlingham. Fiori Quercetti mientras tanto repartía entre el público una estampita con la imagen de la estatua y la inscripción “San Sokol”.

Antes del cierre musical del homenaje, Fermín “Mincho” Sokol, el menor de los tres hijos de Alejandro, le contó a este diario que le resultaba “muy impresionante que a más de una década (del fallecimiento), mi viejo siga generando este reconocimiento en la gente, es algo muy conmovedor”.

Un pibe de barrio

El Bocha fue un músico muy querido y admirado dentro del rock nacional. En Hurlingham, donde nació y se crío, tiene además un plus que supera el tiempo y las modas: la autenticidad con la que siempre se manejó en su vida cotidiana.

Aun en lo más alto de su carrera con Las Pelotas, nunca se la creyó. Siempre fue todo lo contrario a una estrella de rock: andaba por los bares jugando al pool, se prendía en todos los picados de fútbol y se lo podía ver en cualquier esquina charlando con la gente. Simple, humilde y accesible, como antes de ser famoso.

Una anécdota lo pinta de cuerpo entero. En el Quilmes Rock de 2007, el Bocha andaba sin una remera más o menos presentable para el show. Apenas unas horas antes de salir rumbo al concierto, fue a un negocio de Hurlingham y compró una remera violeta con unas rayas horizontales de todos colores.

El vendedor le comentó que estaba muy amargado porque no había conseguido entradas para ver el concierto. Alejandro le dijo que cerrara el negocio y se lo llevó con él a River: entró como parte del equipo de asistentes de Las Pelotas, que en esa histórica noche se juntaron arriba del escenario con Divididos y tocaron temas de Sumo con Alejandro como vocalista.

“Para mí, ser rockero es ser un pibe de barrio”, solía decir Sokol, y así era como andaba por la vida, siempre con su guitarra a cuestas. Acaso, además de su potente legado musical y su entrega a corazón abierto arriba del escenario, haya que buscar también en aquella personalidad negada a los brillos de los rockstars la causa de la veneración que El Bocha sigue provocando, incluso en las generaciones más jóvenes, que nunca llegaron a verlo en vivo.

Una leyenda en medio del bosque
La imponente escultura de Sokol, que mide dos metros y cinco centímetros y pesa una tonelada y media, fue realizada por el escultor cordobés Adrián “Bachi” Delorto y donada al Municipio de Hurlingham por Marcelo Fiori Quercetti.

La decisión de homenajear al músico fundador de Sumo y Las Pelotas tomada por el intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, y el secretario de Cultura, Rody Rodríguez, también fue posible gracias a Luciano Hass, gerente de la Línea San Martín, quien autorizó el emplazamiento de la obra en medio de un bosque del predio ferroviario.

La idea de Fiori Quercetti de instalar una estatua del Bocha en Hurlingham surgió de casualidad. En 2020 viajó a Suecia para visitar a su hermano. Una tarde salió a pasear con su sobrino de seis años por el puerto de Gotemburgo y vieron una estatua de un músico local. “No sabía que a los músicos le hacían estatuas”, dijo con inocencia el chico.

El músico en cuestión era Evert Taube, quien vivió a principios del siglo pasado en la Argentina y se enamoró del país y sobre todo del tango. “Fritiof y Carmencita”, el tango más popular de Taube, cuenta la historia de un amor frustrado en estas pampas.

Ya de vuelta en Buenos Aires, a Fiori Quercetti la frase del nene le daba vueltas por la cabeza. Hasta que una tarde concluyó que no era posible que en Hurlingham no hubiese una estatua que recordara a Sokol y así en 2021 se puso en contacto con el escultor Delorto.

Una vez terminada la estatua, Fiori Quercetti la trasladó a Buenos Aires y quedó guardada varios meses en la casa de su abuela, a la espera de la autorización de la Municipalidad. Zabaleta de vuelta en Hurlingham se enteró del proyecto y hace apenas diez días llamó a Fiori Quercetti para confirmarle que la obra iba a ser instalada en la estación ferroviaria. Fiori estaba de vacaciones en la Costa Atlántica, pero no logró apaciguar su entusiasmo y ese mismo día emprendió el regreso a Buenos Aires para prepararse para el evento.

En los trenes por viajar
La escultura está instalada en un punto neurálgico de Hurlingham, Jauretche y Remedios de Escalada, a metros de la barrera del ferrocarril, un escenario que varias décadas atrás recorrían Alejandro y Luca dándole forma a Sumo, una banda que iba a cambiar el ADN del rock nacional.

Antes de formar con Germán Daffunchio Las Pelotas, Alejandro se había unido a una banda local, Los Decolorantes, con la que armó S.O.K.O.L. En su repertorio, había varios temas que luego fueron grabados por la agrupación asentada en las sierras de Córdoba. Tras su salida de Las Pelotas, formó El Vuelto S.A., su última banda. Sokol murió hace 14 años, el 12 de enero de 2009. Tras su partida, el culto a su figura sigue intacto.

Fermín Sokol cerró el homenaje tocando cinco temas: cuatro de Las Pelotas y el último de Pink Floyd, Wish you were here, una canción que a Alejandro le gustaba tocar cuando se presentaba solo con su guitarra en pequeños lugares. Tras el improvisado show a escasos metros de las vías del tren, se formó una fila de gente para hablar con Fermín: “Me querían contar historias que habían compartido con mi viejo”.

El homenaje ya había terminado hacía varias horas pero mucha gente seguía al lado de la estatua. Había guitarreadas, fotos y las primeras ofrendas, como esa pandereta negra que una chica colocó en el brazo derecho de la estatua de Alejandro.

Bajo un cielo cargado de estrellas, la escultura del Bocha, como un faro, seguía guiando a todos sus fans. Como antes, como ayer, como siempre.

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