HOMENAJE

El Museo del libro y de la lengua ahora lleva el nombre de Horacio González

El sociólogo, ensayista y docente fue recordado, en la fecha en la que se cumple un año de su muerte, con una maratón de lecturas, cantos y recuerdos.

horacio Gonzalez

Con una maratón de lecturas, música y la exposición de sus publicaciones, el sociólogo, ensayista y docente Horacio González fue recordado este miércoles, cuando se cumple un año de su muerte, en la Biblioteca Nacional, institución que dirigió por 10 años y desde la que impulsó la creación del Museo del libro y de la lengua que ahora lleva su nombre.

La jornada comenzó al mediodía y el director de esa institución, Juan Sasturain, dijo que la maratón fue «absolutamente autogestionada» y que si bien «la idea de maratón se asocia a consumir sin freno algún producto televisivo», algo de eso había, ya que era «una maratón de González, una sobredosis de Horacio».

«Lo que se recuerda de la maratón histórica son los 42 kilómetros que recorrió un soldado para entregar un mensaje, un pedido de ayuda. Pero otra versión dice que el mensajero traía una noticia: ‘los hemos vencido pero van para allá'», expresó Sasturain y completó:

«Algo de eso había en Horacio. La idea de quien deja la vida para llevar un mensaje, que no calculaba cómo pero que sabía que iba a llegar».

Más tarde, en el auditorio Jorge Luis Borges, la cantante Liliana Herrero, su compañera, inauguró la posta musical de la maratón con «Amarrado al recuerdo», y entre quienes se subieron a ese escenario estuvo la actriz Cecilia Roth leyendo una carta enviada por el cantante Fito Páez.

La siguiente posta de la jornada fue la de editores, en la que estuvieron Aurelio Narvaja, Eduardo Rinesi, Sebastián Scolnik y Américo Cristófalo en la Plaza del Lector, donde fueron expuestos sus libros y hubo micrófono abierto para recordarlo.

Allí Sebastián Scolnik, coordinador del área de Publicaciones de la institución, definió al autor de «Restos pampeanos» como «el gran editor argentino», recordó que «la editorial de la Biblioteca tiene hoy un catálogo de más de 400 títulos» y advirtió que el sociólogo había transformado esa institución más de lo que lo había transformado a él.

Pasadas las 18 los asistentes se trasladaron a la entrada de Av. Las Heras 2555 donde Sasturain expresó que era «un orgullo tener la posibilidad de estar en este lugar en este momento» y sobre el renombramiento del Museo, el escritor y asesor literario de la Biblioteca, Carlos Bernatek, aseveró que se trataba de «un gesto hermano del de Néstor Kirchner cuando bajó el cuadro de Videla», en este caso graficó: «Es el deslumbrar de González para volver a nombrar».

Antes de descubrir el frente donde con letras verdes ahora se puede leer «Museo del libro y de la lengua Horacio González», el ministro de Cultura Tristán Bauer recordó que mientras González dirigía la Biblioteca, él estaba a cargo de los medios públicos y cuando salía de la Televisión Pública muchas veces se cruzaban: «Recuerdo también los últimos encuentros en el Instituto Patria en tiempos de resistencia, con su actitud y su palabra clara. Horacio podía ponerle palabras a los sentimientos que a veces nos costaba definir, cada uno de esos encuentros para mí fue un aprendizaje constante, permanente. Cuánto le debo personalmente, íntimamente a Horacio. Cuánto le debemos todos los argentinos y argentinas, un referente verdadero de nuestra cultura nacional».

Para el cineasta, ese cambio de nombre del Museo es «un acto de justicia» y finalizó: «Gracias Horacio González por tu vida, tu actitud y tu dignidad. Queda aquí tu nombre y tu corazón. En el pueblo argentino queda siempre tu ejemplo».

Entre los presentes estuvieron las actrices Luisa Kuliok, Rita Cortese y Cristina Banegas, y también la socióloga, docente y ensayista María Pía López impulsora, junto a González, del Museo del libro y de la lengua. Abierto al público en 2011, es espacio tuvo a López como primera directora hasta 2015, sin autoridades designadas durante el macrismo, el Museo fue reabierto y reinaugurado en marzo de 2020 con la periodista y escritora María Moreno como directora.

En ese espacio se hizo una maratón de lectura en apoyo a la presentación del proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el 30 de abril de 2014 y le siguió otra el 26 de marzo de 2015 y hoy mientras se lo renombraba recordando a su impulsor, en el primer piso, un grupo tomaba el micrófono y daba ritmo a una asamblea en la que se la podía ver a López sentada en el piso escuchando cómo circulaba la palabra.

El recorrido de González en la Biblioteca

Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de San Pablo, González produjo una obra que incluye novelas como «Besar a la muerta» «Redacciones cautivas» y «Tomar las armas», aguafuertes y ensayos, entre los que se destacan «La ética picaresca», «El filósofo cesante», «Retórica y locura», «Filosofía de la conspiración», «Perón: reflejos de una vida», «Paul Groussac: la lengua emigrada», «Las hojas de la memoria. Un siglo y medio de periodismo obrero y social», «Lengua del ultraje. De la generación del 37 a David Viñas», «Historia conjetural del periodismo», «Genealogías. Violencia y trabajo en la historia argentina» y «Kirchnerismo, una controversia cultural».

Con la llegada de Sasturain a la dirección de la Biblioteca en 2019, González había regresado como responsable del departamento de publicaciones con el objetivo de retomar la incansable política de nuevas ediciones y rescate de textos olvidados que había caracterizado su gestión.

El docente y ensayista supo transformar ese lugar en espacio de encuentro y conversación con tradiciones y apuestas arriesgadas que hoy, cuando se cumple el primer aniversario de su muerte a los 77 años tras un largo proceso que incluyó mejorías y recaídas, se convirtió en sede para celebrarlo con lectura, conversaciones y una nueva puesta a circular de la palabra.

Sus trabajadores y trabajadoras ya lo habían despedido en 2015, al finalizar su gestión, y en 2021, cuando falleció, como «el director compañero». Hoy se reunieron para aplaudirlo, leerlo y recordarlo en una jornada en la que su nombre quedó inscripto en letras verdes en la puerta de la institución.

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