ALFREDO SEGATORI

El autor de obras sobre Maradona y Quinquela presenta un mural pintado sobre un silo

En esta nueva obra donde conjuga un diseño pleno de humor con el entorno agrícola-ganadero, retoma su personaje de Juanita, la vaca, que plasma sobre los altos silos de la ciudad, un trabajo de unos 40 metros de altura por 30 de ancho inaugurado el viernes pasado.

Fuente: Télam
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Pionero del arte urbano en el país con esos murales que fueron poblando Buenos Aires desde los 90, autodidacta y apasionado de un arte que con aerosoles impregna paredes, diseña murales trash o vuelca en sus más recientes «exabruptos», Alfredo Segatori vuelve a tener en la vaca y los silos un deja vú creativo con su nuevo trabajo, «La vaca que se fue volando», que pintó recientemente en la localidad cordobesa de San Francisco.

Conocido por «El regreso de Quinquela», ese extenso mural de 2000 metros en homenaje al pintor emblemático que sigue extendiéndose desde 2014 -todo un récord regional- y acompaña con retratos de los vecinos, el «Pelado», tal como firma sus obras Alfredo Segatori (Buenos Aires, 1970), lleva su impronta al interior del país, más allá de las paredes que retratan a «San Diego del barrio de La Boca», el mural de 20 metros de alto por 40 metros de ancho que comenzó a pintar en homenaje a Maradona apenas se conoció la noticia de su muerte.

Nueve días de labor demandaron a Segatori dotar a la ciudad de San Francisco (Córdoba), colindante con la provincia de Santa Fe, de una nueva obra donde conjuga un diseño pleno de humor con el entorno agrícola-ganadero, al retomar su personaje de Juanita, la vaca, que plasma sobre los altos silos de la ciudad, un trabajo de unos 40 metros de altura por 30 de ancho inaugurado el viernes pasado.

«Fui convocado por la secretaría de Cultura de San Francisco, en Córdoba, un pueblo de campo muy lindo, dentro de un programa que están realizando que se llama `Las paredes hablan`. Busqué la pared más grande porque soy megalómano, y aparecieron estos silos», emblemáticos, porque a su alrededor «se construyó la ciudad»´, relata Segatori en diálogo con Télam.

«Surgió esta idea de la vaca que se fue volando espontáneamente. Cuando mandé la idea de boceto y el presupuesto, gustó», cuenta. Después vinieron los elementos que le pidieron agregar, dice, «algo como el mate de ‘Panda pandemial’ -la obra que realizó el año pasado sobre una medianera de un edificio porteño-, un sombrero a una las vacas, anteojos y un chicle globo a otra de ellas, y la estrella, que es la que se va volando», cuenta.

«Calentando motores que el miércoles llega la nave de 40 metros para llegar a las alturas!!!!», publicó en su cuenta Instagram previo al comienzo de esta obra Segatori, que utiliza como otros artistas las redes sociales. Lo hizo como si lo estuviera diciendo en voz alta y con un estilo inconfundible, auténtico. Sin embargo, esta no es la primera vez que pinta vacas, que tienen esa cuota de humor, a diferencia de sus otros «animales» como pumas, osos, y pájaros, entre otros seres.

«Hicimos (por algún motivo habla en plural aunque sea todo pintado por sus manos) `El día que las vacas vuelen` (2018), un documental sobre arte urbano para el programa ‘Making China’ -indica-. Aproveché también que había una movidita de persianas ahí en Once de una amiga para hacer algo rápido», comenta.

«Ahora podemos decir que ya llegó ‘el día en que las vacas vuelen’, acá en San Francisco -dice risueño-. Bueno, el título mutó un poco y también el estilo, sobre todo el tamaño», acota presuroso.

«Y después -rememora- tengo también ‘La vaca Juanita radiactiva que se escapó de la Rural’, que es una vaca en patineta con sombrero, con elementos de reciclaje, así trash (ilustra) que también expuse en Recoleta y en un par de lugares». Y acota: «En este mural Juanita está, es la que tiene el sombrero -explica- porque seguimos un poco la historia».

¿Cómo se inició? «La historia empezó cuando estaba pintando «El desarmadero» (un mural trash, realizado literalmente con basura, con material reciclado). En la Cooperativa Los Ceibos apareció una vaca de estas que usan en publicidad, medio destrozada, estaba la estructura, la agarré de los restos y aproveché la base medio resinada y la restauramos; no tenía orejas, no tenía nada, y la puse en una patineta sobre ruedas», cuenta sobre esta escultura, su primera Juanita, surgida del reciclaje.

El artista trabaja con aerosol a mano alzada, con material reciclado presentes en sus caracterizaciones: «El viejo del Desarmadero» (2017), «Chatarra Zen» (2018), «Tecno Rasta» y «Chino Milenario». Aplicó sus exabruptos de color a silos, a una limusina abandonada que pintó para Charly García -la «Limurock»- y a la icónica «Los dedos», la escultura que montó en Punta del Este el artista chileno Mario Irarrazábal, en una suerte de actiong painting, incluso aplicada sobre su cuerpo.

Entre sus obras están «Ciudad onírica» sobre los silos areneros, también en La Boca, «Fauna portuaria» (2022) en el Puerto de Buenos Aires, y un mural temprano que recuerda a Antonio Berni es «El vómito publicitario» (1996). También estuvo en México, donde retrató con un estilo particular al revolucionario Emiliano Zapata en el interior de la estación de metro «Bellas Artes» en el DF (2018), entre otros.

Sobre su nueva creación dedicada a la vaca Juanita, Segatori adelanta que la presentará en una muestra próxima a ser realizada en una galería, a la vez que detalla: «primero la hice en gama de marrones, más al tipo de ´Desarmadero´ y después la muté a exabrupto de color, así que ahora está en esa versión Juanita», comenta sobre el estilo que adopta desde la pandemia: catártico, performático, sin boceto, a pleno color.

Algo llamativo para el artista urbano que tiene poco más de cinco décadas de vida es que sus ideas son aceptadas, dándole ese grado de libertad creativa que se acota ante otro tipo de propuestas laborales como «Panda pandemial» y el de la jirafa «Mirando Miranda», dos murales encargados por una constructora, emplazados en medianeras de edificios en Buenos Aires.

Segatori desarrolla su obra en tres líneas bien definidas: los murales figurativos entre retratos, animales y abstracciones más habituales, sus murales escultóricos, realizados con basura reciclada en íntima relación con la problemática ambiental y el exabrupto de color.

«La línea de exabrupto de color tiene más que ver con esta época, esta necesidad, llegando como digo a la mitad de la vida de hacer algo totalmente libre, porque con lo figurativo se complica ya que hay que consensuar imágenes con la gente», explica. Y retoma: «La mayoría de mis trabajos no eran libres. Igual uno trata de llevar la cosa para congeniar siempre», dice.

«Digamos que estoy en un momento de mi carrera en que me doy el lujo de proponer y que acepten estas ideas como el panda (o la vaca que se va volando). Son ideas que voy proponiendo más libremente». En cambio en el caso de la jirafa, es el resultado de un consenso, después de que le rechazaron su primer boceto de la elefanta Pelusa, «una elefanta en una tabla de surf, algo también bastante delirante», sostiene.

Autodidacta en su práctica y con una estética versátil, Segatori «mama» el arte en la cotidianeidad de su hogar, junto a su madre, la pintora María Sola, y participa en esos encuentros artísticos con otros maestros argentinos. Y en ese ámbito creativo y reflexión que definen la vida y el arte, se «suscita» -en el decir de Felipe «Yuyo» Noé- una pasión que lo lleva a narrar sobre grandes lienzos de las vía pública, insuflando color al gris habitual que empecinado decora la ciudad.

En los 90, el artista comenzó a incursionar con el aerosol, luego de conocer a artistas urbanos brasileños en la Bienal de San Pablo en 1994 que visitaron Buenos Aires luego y descubrieron que en la zona del ferrocarril no había «grafitis» ni «murales» aún, una época en la que era difícil acceder a la información sobre la práctica. Una entrevista fortuita, que buscaba reflejar el movimiento hip-hop de Buenos Aires, marcó el inicio como pionero del artista, que se lanzó a hacer una pintura en vivo, a pesar de sus frustrados intentos previos, que contabilizan a la fecha un centenar de obras en el país, con historias.

Profesor de educación física como formación formal, iba para personal training y después trabajó como visitador médico entre otras actividades, y «si bien tenía un buen nivel de vida, hasta que me largué a la pintura pasaron varios años», dice sobre su actual medio de vida.

¿Por qué la elección del arte urbano? «Es mi gran pasión, arrancó en mi juventud como búsqueda de a ver por donde iba, me gustó y me empecé a apasionar. Recibí buena onda y en algún punto, para algo sirve esto que estamos haciendo (del arte urbano)», señala.

Como referentes artísticos tiene a los muralistas mexicanos, a Ricardo Carpani, Carlos Regazzoni -del cual es marcada la influencia de los galpones ferroviarios-, la performance e intervenciones de Marta Minujín y también se reconoce en rasgos de Berni.

Entre sus intereses y preocupaciones, con el objetivo de llevar el arte al espacio público y gestionar proyectos, armó la Fundación Cultural Andén 2222, que preside y que viene realizando «Las Lunáticas», exposiciones de artistas consagrados y emergentes, sin costo y por fuera del circuito museístico y de galerías de arte. Este año finalizó recientemente en el Paseo de las Artes (bajo la autopista, próximo al mural de Maradona y la Usina del Arte) una muestra de unos 750 artistas.

Este año vuelve a participar en la feria Bada (del 25 al 28 de agosto) con «Arte Inmersivo», donde en 2021 había presentado la instalación «Mundo cuadrado mundo compactado» en la puerta de la La Rural, hecha con bloques de residuos sólidos provistos por la cooperativa El Ceibo, con la que trabaja desde su su Fundación: «20 toneladas de basura en un gran bloque de 6m x 6m x 6m, listas para ser recicladas», una obra que busca «despertar los sentidos y la conciencia a través de la materialización volumétrica literal y brutal de la basura que generamos».

Como deseo, entre otros, está el de transformar al Obelisco con un exabrupto de color y al puente de La Boca. «Me encantaría algún día poder pintar el Obelisco de colores, sería algo interesante. Y claro, luego restaurarlo a su color original», concluye .

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