ARBRITAJE ARGENTINA

Beligoy, el dueño de los silbatos

Si alguien dice que una persona tiene más poder que Claudio «Chiqui» Tapia en el fútbol argentino, lo más probable es que lo tilden de loco. El presidente de AFA, desde que Argentina ganó el título en Qatar, se mueve como si fuera un jeque árabe.

Fuente: Noticias Argentinas
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Pero insospechadamente, detrás de «Chiqui», hay un personaje que inexplicablemente maneja los hilos de un tema muy sensible: los árbitros. Y ese personaje se llama Federico Beligoy.

Está claro que ninguna de las tropelías que hace Belogoy serían posibles sin la anuencia de Tapia. Pero también es verdad que Beligoy decide por cuenta propia qué clubes son bendecidos por algunos arbitrajes y qué equipos son perjudicados.

Su desparpajo llegó tan lejos que él mismo, en los partidos que le interesa torcer el brazo de los jueces para un lado o para otro, va a la cabina del VAR para supervisar las decisiones. Con esto queremos decir con todas las letras que, de un tiempo a esta parte, los jueces que entran a la cancha son manejados por control remoto por Beligoy y sus secuaces desde la cabina del VAR, lo que tornó a esa herramienta que llegaba para darle transparencia al fútbol en otra mucho más peligrosa: desde el VAR se decide quién gana o pierde un partido sin que nadie se ponga colorado.

Claro que muchas veces se les escapa la tortuga. Y entonces aparecen errores como el que cometió Diego Abal en Gimnasia La Plata-Sarmiento. Ya saben ustedes que Abal anuló un gol por offside luego del pase de un córner, lo que no existe y se aprende en la primera media hora del curso de árbitro. Y esa grosería terminó con la carrera de Abal, quien fue echado del arbitraje. Abal, antes de irse, le cantó las cuarenta a Beligoy y no sería extraño que más temprano que tarde saliera con el ventilador a denunciar todos los chanchullos de Beligoy que, por otra parte, son un montón.

Antes de desarrollar de dónde viene el poder omnímodo de Beligoy digamos que el bueno de Federico fue un árbitro de regular para abajo, que no reunía las condiciones técnicas mínimas. Era un juez 4 puntos, si tenemos en cuenta que la valoración máxima es 10.

Pero todo lo malo que Beligoy hacía dentro de la cancha, era muy bueno fuera de ella, en donde su capacidad de lobby lo llevó a ser desde 2013 el Secretario General de la Asociación Argentina de Árbitros y, desde 2018, el Director Nacional de Arbitraje de la Liga Profesional. O sea, atiende en los dos lados del mostrador. Por un lado, lo raja a Abal; y por otro, lo recibe en la triple AAA para asesorarlo sindicalmente. O sea, un delirio.

Ernesto Cherquis Bialo hizo una gran descripción de los roles de Beligoy dentro del arbitraje en una nota para Infobae. Le pedimos permiso a Ernesto para replicar el recorrido que debe hacer un juez que recién ingresa al arbitraje:

• Un joven que quiere ser árbitro comienza a estudiar en la escuela de la AFA dirigida por Federico Beligoy.

• Cuando egresa, es evaluado por el director de arbitraje: Federico Beligoy.

• Ya como juez, será calificado para acceder a las categorías superiores por el director arbitral: Federico Beligoy.

• Durante su carrera, será internacional de acuerdo a la puntuación que le de Federico Beligoy.

• Cuando sea árbitro internacional llegará a jugar Copa Libertadores, Sudamericana o Mundiales si lo aprueba Federico Beligoy.

• Una vez que cumpla los 48 años, podrá pasar a ser juez de VAR con la aprobación de Federico Beligoy.

• Los errores que cometa serán sancionados por Federico Beligoy.

Carajo… ¿No será mucho? ¿Cómo puede ser que los jueces del fútbol acepten calladitos semejante autocracia? Hay decenas de jueces más capaces que Beligoy para asumir esos roles. ¿Será que el tándem Beligoy-Tapia es demasiado poderoso para digitar algunos arbitrajes y que nadie se quiere meter con ellos por miedo a salir perjudicado? Y los clubes: ¿no tienen nada para decir? Muchachos, para decirlo sin medias tintas: esto es un chiquero por el lado que lo quiera mirar.

Ya dijimos el otro día con el caso Mascherano: el presidente de AFA, «Chiqui» Tapia, está subido en un pony pero cada día que pasa tambalea un poco más. Se cree el amo y señor desde que ganó el título en Qatar. Lo que Tapia parece no entender es que haber ganado un título no le da un salvoconducto para hacer cualquier cosa: renegociar los derechos de la Selección, fundar una empresa para vender las entradas de la selección, decidir discrecionalmente a los árbitros y ni que hablar del manejo que hace de la AFA. Todo se sabe en el mundo del fútbol y sólo hace falta escarbar un poco para que las cosas salgan a la luz. Por ahí Tapia se cree en nuevo Grondona. Le recordamos, por si no lo sabe, que Grondona hubo uno solo, para todo lo bueno y malo que hizo durante su presidencia de AFA.

Alguna vez un jefe del diario Clarín, Juan de Biase, me dijo una frase que me quedó grabada: “Cuando uno tiene poder no sólo tiene que ser honesto; también debe parecerlo”. Es el segundo consejo que le doy al «Chiqui» Tapia en una semana. La crisis del arbitraje tiene que ser resuelta ahora. Ya. No se puede seguir haciendo malabares con brasas. Todos los disparates de Beligoy le pueden contar caros a Tapia. Los clubes no pueden seguir haciéndose los boludos. Un deporte, sin una Justicia seria, no es deporte (cualquier parecido con el país es mera casualidad). La mentira tiene patas cortas. Y la discrecionalidad para beneficiar a algunos y perjudicar a otros, también.

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