A 80 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Aretha Franklin: Una voz que no se apagará nunca

Fue mucho más que “la mejor cantante de todos los tiempos”, como postuló la revista «Rolling Stone». Muchas más que los 75 millones de discos que vendió y los 19 premios Grammy que cosechó. Aretha también luchó por los derechos de los negros y de las mujeres. Tuvo una vida visceral y extraordinaria. Aquí, sus días, del último al primero, el 25 de marzo de 1942.

Fuente: Télam

Y en el final solo hubo luz. Intensa como la necesidad y la rebeldía. Abismal como su voz de soprano. Pero antes todo fue negro; un black power liberador. Y entre la luz y la oscuridad el coro meciéndose alrededor de la cama; las voces y las palmas ocupando el silencio de la residencia enlutecida (Aleyuya: Gloria a Dios); y su madre tendiéndole la mano en las puertas de eso que llaman cielo.

Ella mira el reloj. Cree que ya vivió demasiado. Son 9:50 en su casa de Detroit. Es 16 de agosto de 2018. Y el mundo (sí, el mundo) está apunto de saberlo: Aretha Louis Franklin, la reina del soul, a los 76 años, está muerta.

Y un minuto antes estaba viva. Y antes, en noviembre el año anterior, se presenta por última vez en público. Fue durante el 25 aniversario de la fundación contra el Sida de Elton John. Y el público siente su voz dándole vueltas por las tripas, metiéndosele en el alma, igual que cuando la niña negra de pelo rizado cantaba en el templo bautista de Detroit que lideraba su padre, “La voz del millón de dólares”.

A comienzos de 2017 anuncia su retiro. Sus presentaciones escasas, elegidas. Aún así cancela buena parte de los shows previstos por recomendación médica. En marzo de 2017 evita cantar en Newark y en abril en el Festival de Jazz de Nueva Orleans.

La cirugía es en 2010. Su cuerpo sabe de luchas y resistencias: ahora al cáncer de páncreas. Un cuerpo que nace desde la garganta. Un cuerpo que es una voz, una voz que lleva puede llevar dónde quiera.

En el ocaso, Aretha Franklin sigue siendo una voz “capaz de emocionar a la gente cantando las páginas amarillas”, como dijera el cantante y compositor de gospel James Cleveland.

La reina y el soul

Aretha Franklin en la tapa de la revista Billboard en 1968
Aretha Billboard

El 20 de enero de 2009 canta «My Country This of Thee» en el acto en que Brack Obama se convierte en el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos. En la voz de Aretha Franklin los afroamericanos pueden sentir su historia. “Toda ella y en cada sombra: nuestro poder y nuestro dolor, nuestra oscuridad y nuestra luz, nuestra búsqueda de la redención y nuestro respeto, duramente ganado», dice Obama.

Aretha es una estrella, también una diva. Generosa, insolente, viceral. Anda por la vida con la dignidad de estar al lado de su gente, con las miserias que arrastra del “ambiente”. Protagoniza odios con cantantes que imagina como una amenzaban a su reinado musical: Barbara Streisand, Roberta Flack.

También se suma a causas nobles (muchas veces de manera anónima), es impredecible (suspende conciertos por el miedo a volar), escalava de las adicciones (fuma tres cajas de cigarrillos diarios, padece con el alcohol) y sufre crisis de nervios, angustias, depresión.

Cuando llega a un estudio de grabación permanece en silencio. Se sienta al piano y canta. “No había que decirle nada. Nos quedábamos mudos, impresionados. Asistíamos a la expresión de una grandeza única e inmortal”, según Jerry Wexler, el productor que la acompaña a la cima.

Del soul al funk, del jazz al rock, del gospel al blues, Aretha tiene un sonido propio. Una vez demasiado suya. A partir de los años 80 ya no reina en soledad, pero a nadie le resulta indiferente.

Paul McCartney y John Lennon escriben para ella “Let it be”. Ella los ignora porque la imagina muy católica. Versiona con singular éxito a Ray Charles, Simon & Garfunkel, Eric Clapton, Otis Redding, Elton John y James Brown, entre tantísimos otros.

Hasta interpreta el clásico “Nessun Dorma”, aria de la ópera “Turandot”, de Giacomo Puccini, en reemplazo de Luciano Pavarotti en la entrega de los Grammy de 1998.

«RESPETO», MUCHO MÁS QUE UNA CANCIÓN
El éxito y la historia de “Respect” sirven para explicar el fenómeno Franklin. O el trono de la reina. La canción, escrita e interpretada por Otis Redding en 1965, cuenta la historia de un trabajador que no recibe gratificación ni recompensa por lo que hace. Y pide a su mujer respeto, reconocimiento, al llegar a casa.

Aretha reversionó “Respect”, que terminó por convertirse en una himno feminista. ¿Cómo lo hizo? Cambió el punto de vista de la historia. Quien pedía respeto no era el hombre que llegaba a casa sino la mujer que lo esperaba.

“R-E-S-P-E-T-O. Averigua lo que significa para mí”, cantaba con esa voz que era casi un aullido. Al tiempo que los coros (interpretados por sus hermanas) exigían: “Dámelo ya”.

“Cuando Aretha canta’ Respeto’, lo convierte en exigencia. En el intenso debate feminista del momento y de los derechos civiles, el respeto en la voz de Aretha adquirió un nuevo matiz. De canción soul, pasó a ser himno nacional”, explicó Jerry Wexler, el productor con el que grabó la canción que la volvió inmortal.

Dámelo ya

Es 4 de abril de 1968. El líder de los derechos civiles Martin Luther King es asesinado en Memphis. A los funerales asisten unas 300.000 personas. Entre ellas Aretha Franklin, cuya padre era muy amigo de King y compañero de ruta en la Iglesia Bautista y en la lucha contra la segregación racial.

A pedido de la familia del Premio Nobel de la Paz, Aretha canta «Precious Lord, Take My Hand», canción preferida de King. Acompaña a este, junto con su padre, en la Marcha por la Libertad. El 28 de agosto de 1963 unas 250.000 personas se concentran frente al Capitolio para denunciar la discriminación que reina en los Estados Unidos.

Durante la década del 60 Arteha se convierte en la reina del soul. También en una referencia para las mujeres y para los afroamericanos. Discos como “I Never Loved A Man (The Way I Love You)” (1967), “Respect” (1967) y “Lady Soul” (1968) la catapultan a la fama.

La combinación es potente, explosiva: la espiritualidad del gospel, la perversión del blues, lo disrruptivo del soul y la sensualidad del rhythm and blues. Ya nada será lo mismo en la escena musical desde la irrupción de Aretha.

No puedo ayudarlo

Viaja con su padre a Nueva York para hacer una prueba con el pianista Phil Moore (quien había trabajado con Frank Sinatra). Aretha tiene 18 años. Después de escucharla cantar, Moore dice: “Reverendo, no puedo ayudarlo. Su hija ya tiene un estilo maduro, desarrollado y único. No hay que modificar nada. Lo único que tiene que buscar es un repertorio adecuado. Y me temo que será un problema: le irá bien cualquier estilo que cante”.

Ya pasaron cuatro años de la grabación de “The gospel soul of de Aretha Franklin”, su primer registro. Llega el contrato con Columbia Records (de la mano de John Hammond, que por aquellos años también descrubiría a Bob Dylan) y después con Atlantic Records, donde con Wexler como productor canta lo que desea cantar y logra un estilo tan personal que la lleva a la cima.

Siendo una niña Aretha se convirte en una mujer. A los doce años queda embarazada de un compañero de la escuela y da a luz a su primer hijo, Clarence. Dos años después nace el segundo: Edward.

Se casará a los 25 años, con Ted White, quien era su “protector” y “uno de los proxenetas más elegantes de Detroit”, según Etta James. Billie Hollyday y Sarah Vaughan también habían tenido el suyo.

El matrimonio naufraga en medio del maltrato y la violencia. A White sólo le quedará un hijo (Teddy Jr.) y una orden de restricción de acercamiento a Aretha por parte de la Justicia. Más tarde vendrían dos matrimonios más, con el director de giras Ken Cunninham (con quien tuvo a Kecalf) y con el actor Glynn Turman, de quien se divorciaría en 1984.

ESA MUJER NEGRA
Ganó 18 premios Grammy: el primero en 1967 por su interpretación de “Respect” y “A Natural Woman”, y el último en 2007 por Mejor interpretación gospel de “Never gonna break my faith”.

En 2008 la revista especializada “Rolling Stone” la eligió como “la mejor cantante de todos los tiempos”. Fue además la primera mujer afrodescendiente en ser tapa de la revista Time.

El 3 de enero de 1987 se conviritó en la primera mujer en ser incluida en el mítico Salón de la Fama del Rock and Roll. Vendió más de 75 millones de discos en todo el mundo. Aretha Louis Franklin. Esa mujer negra.

En las puertas del Eden

Góspel, blues, soul, en todos los estilos, fue y será una reina.

Durante la infancia de Aretha todo es precoz. Se construye alrededor de su padre, el reverendo Clarence LeVaughn Franklin, y su popularidad como pastor de la Iglesia Bautista.

Clarence lleva la música en la sangre: se voz resultaba tan musical que sus sermones acaban editados en discos. La iglesia New Bethel de Detroit se llena gracias a su carisma y a su prédica contra la discrimanción y el sufrimiento de los negros.

Aretha y sus hermanas Carolyn y Emma se destacan en el coro de la iglesia. El góspel corre por las venas de Arteha en cada celebración. Y también por influencia de su madre, Bárbara Siggers Franklin, quien también cantaba góspel.

Bárbara deja a Clarence cuando este tiene una hija extramatrimonial con una niña de trece años. Aretha y sus hermanas siguen viviendo con su padre. Pero ella no las abandona. Aretha ama a su madre y cuanta los días que restan para un nuevo encuentro.

Dolor y belleza

Bárbara sufre un paro cardíaco y muere de forma repentina. Tenía 34 años. Aretha, solo diez. La envuelve una profunda tristeza. Apenas come. No quiere decir palabra. Pasa los días encerrada en su cuarto. Solo saldrá para cantar en el templo.

“Convirtió su dolor en una belleza intensa”, rememoró tiempo después su hermana Ema. “En los momentos más traumáticos de su vida produciría su música más emotiva”, anotará David Ritz, su biógrafo.

Belleza, intensidad y dolor. Eso se escucha en la voz de aquella niña que no deja de sorprender. Su padre la levanta de la cama para que cante en las veladas que organiza en su casa, donde asisten invitados tan ilustres como Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Dinah Washington o Martín Luther King.

La pequeña Aretha da sus primeros pasos. La Iglesia de su padre, los fieles, el coro. Con la leche materna llegan el góspel, los sueños de igualdad, el Paraíso perdido. Su voz comienza a amasar notas, “acortándolas y alargándolas a su antojo, expresando lamentos ásperos para llegar a finales climáticos”. Eso descubrirán tiempo después los críticos.

Es 25 de marzo de 1942. Memphis, Tennessee, Estados Unidos. Nace Aretha Louis Franklin. El mundo cruje. Y empieza a cantar, a llenarse de música. Es el comienzo de todo. Allí donde termina. Como cada vez.

COMPARTIR:
Aretha Franklin: Una voz que no se apagará nunca
Tras 32 años de carrera, se retira Daddy Yankee
El negocio de la nostalgia cinéfila
Seguir Leyendo :
Espectáculos
Últimas Noticias